Estoy viniendo a recoger comida. A veces lo hago, a veces no. Depende mucho de mi estado de tripas de ánimo. Les soy sincero, la vida en ocasiones pierde mucho sentido. Parece que ha corrido de vuelta al final. Una caída tras otras en las yagas de mis manos, con el cansancio inhalado de tanto plomo, en las lijadas que parecen diarias, y algunas ya voladas en el mismo aire. No me permiten mucho respiro. ¿Qué me darán de comida hoy? Quizás una cubeta de huevos, para comérmelos unos cinco máximos y los otros poder cambiarlos por la renta, y de yapa unas leches para saciar las ansias a la soledad. Complicado lo que les estoy contando, pero es la verdad. Ya hace pocos días y muchos años, que sobrevivo como los pajaritos. Picando de poquito en poquito. Ustedes dirán. “Paisano ocioso, aquí nadie se muere hambre” lamento decirles que la necesidad nunca recibe tarjeta de invitación. Llega de inesperada, alienta la ansiedad y parece que nunca se ira. Pero, no voy a matar las cucarachas de mi alma, con penas ajenas a ustedes. Voy a continuar mi camino con esta deliciosa avena, y unas piscas de manzana que endulzaran, una nueva jornada.